Para que los niños sean formales
y no avergüencen a las personas mayores,
se les persuade de que es muy bonito
mostrar mucho amor y mucha bondad
y ellos, que son obedientes pero que solo tienen
el amor y la bondad que hay en su corazón de verdad,
es entonces cuando dan un espectáculo porque aún son
malos actores, pésimos hipócritas
y el histrionismo, la insignificancia y la absurdidad
de los sentimientos que manifiestan
es la prueba más palpable de que no los sienten
y de que están reproduciendo con total indiscreción
la falsedad de los adultos,
los pueriles prepotentes,
orgullos ínfimos y famélicos que necesitan ser admirados,
quieren aparentar gran madurez e independencia
y como no andan muy sobrados de inteligencia, creen
que todo lo que han de hacer es actuar de forma contraria
a como sus padres les aconsejaron
y demostrar cuán falsos les parecen el amor y la bondad
que observan a su alrededor
riéndose de quienes los muestran en su propia presencia,
requisito fundamental porque si no son observados,
si no alarman, si no hieren, si no hielan,
si no tienen un testigo de lo que dicen sentir,
sería como si no lo sintieran en absoluto
porque está solo en su máscara,
que nace para hacerles honor y darles supremacía,
con frecuencia me han atacado
esos imbéciles ignorantes
poniendo en cuestión la autenticidad y profundidad
de las emociones que confieso
y quedando ante mí en un ridículo espantoso
por creerse capaces de adivinar lo que en lo oculto de un pecho,
puede estar ocurriendo de verdad
estando tan extremadamente lejos de la realidad
la elucubración que se atreven a dar por evidencia suma,
ellos sí creen tener infinitos motivos
para cultivar sus caretas, forzar sus sentimientos,
avergonzar al mundo, comportarse como seres absurdos,
luchar contra la libertad y la razón, defender el frío y el mal
pero cuando yo evoco la dulzura del bien
o el gozo desmedido del amor,
no son farsas disparatadas en busca de celebridad
como a ellos les parece por ver en mí su propio reflejo
sino la más viva certidumbre que llevo en el pecho
porque tu alma me quiere y después de una vida sin saber muy bien
por qué tenía que defender a mi especie y librarla del sufrimiento,
la sinceridad y felicidad de tu afecto y la belleza y gozo de tu ser
han prendido una hoguera en mis entrañas
y al fin, mi entendimiento ha conseguido
encontrar una razón
que emerge del más sano y vivo instinto
y puede prescindir de todo gris razonamiento.
LUIS RAFAEL GARCÍA LORENTE -Orihuela-