Entre café y nostalgia me vuelvo hacia la almohada; que mira callada mi cara y estremece con lo que le cuento.
Y las sábanas aún blancas, que cubren de frío mi huesos; aunque a veces se queda a un lado, para sentir de lejos lo que siento.
El rechinar no se escucha, pues muda quedó mi cama; y así entre humo y recuerdos, regalé mi último llanto.
Luna dormida
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