"(…) y la dejaba perderse en sus laberintos, hundirse en el pasado con ese entusiasmo nostálgico y triste (…)
Era evidente que esa noche Meme tenía deseos de recordar".
La hojarasca.
Alguna vez en nuestra vida, todos hemos sentido deseos de recuperar ciertos aspectos perdidos por este largo caminar: recuerdos, paisajes, canciones, situaciones, risas, personas… Todo lo que nos acerque un poco más a aquello que alguna vez fuimos y no volveremos a ser, nunca más.
Cuesta darse cuenta de que muchas cosas nunca van a volver, pero siéntate un momento y recapacita: ¿realmente quieres que todo lo pasado regrese? Ya no eras quien recorrió esas calles, quien abrazó a los que ahora tanto extrañas, quien rió, sintió, amó. Ni tan siquiera tú puedes permanecer estático como lo haces en los recuerdos de los demás. Nada permanece, si te fijas, tampoco las obras de arte:
de su originalidad no queda mucho, pues ha sido restaurada infinidad de veces para permitirte apreciar su belleza. Algo así sucede con las personas: éramos pero dejamos de ser, pues la vida nos restaura constantemente, nos da nuevas pinceladas de experiencia hasta alcanzar lo que somos actualmente.
Al crecer y convertirnos en adultos esos momentos, ahora transformados en recuerdos, desaparecen poco a poco y, al no ser capaces de generar otros nuevos, nos sumergimos en ellos inevitablemente cuando las frías escarchas de esta vida tan difícil se ciernen sobre nosotros. Añoramos cuando la tristeza asola con un lúgubre candelabro por la ventana; no conozco a nadie que en su plena felicidad
pierda el tiempo echando de menos cosas que nunca van a volver a suceder y, sin embargo, ojalá lo hiciesen, ¿verdad?
Creo que lo que no puede volver a ser como era cuando fuimos felices es mejor que permanezca en el hipocampo donde ahora lo disfrutamos. No merece la pena volver a cruzar un camino que ya no tiene margaritas sino piedras, donde sonrió nuestro corazón, vibraron nuestros sentidos y nos sentimos seguros bajo la mirada de alguien a quien quisimos mucho. No le recomiendo a nadie ir a buscar lo que perdió, es preferible que esa añoranza se convierta en una puerta abierta al descanso de nuestra alma en tiempos revueltos. Es preferible desear que todo sucediese de nuevo a que lo hiciese realmente. Puede que al contacto directo con esos recuerdos vuelvas a transformarte en el niño o niña joven que eras antes, pero las cosas a tu alrededor no van a cambiar por ti, ni volverá quien se fue por la cruel mortalidad o su propia voluntad.
Te aseguro que las cosas que perdimos es mejor dejarlas atrás, en el recuerdo de la memoria o del corazón, y no volver a ellas, nunca, porque la idealización siempre desemboca en una cruel decepción. Te garantizo que la pena que produce ver cómo el paso del tiempo lo ha devastado todo, es mucho peor que seguir viviendo en el engaño del pasado. Es mejor dejar descansar a los muertos,
llevarles flores de vez en cuando y volver a empezar, aunque nunca dejemos de quererlos y echar de menos.
Myriam Esther Collantes de Terán Martínez (Sevilla)
Publicado en la revista Aldaba 33
No hay comentarios:
Publicar un comentario