viernes, 27 de enero de 2017

QUE PAREN EL MUNDO, QUE ME APEO


Esta frase se leía con frecuencia en paredes de Madrid y otras provincias, en ciudades, villas, aldeas, dado el descontento juvenil y de otras capas sociales, que veían que su porvenir, ayer y hoy, está metido en zambombas o en cepillos de iglesia. Zamarros los gobernaban y zamarros nos gobiernan.
Hoy, vemos cómo se zalea la petición de gobierno y voto, al igual que la zalea de la res que ha comido el lobo, y que el pastor lleva al amo para disculpar su falta en el rebaño; amo que ciñe, con un correón, el pecho de los zamarros y zamarras que le siguen cual bestias de tiro y carga.
Zambombos contrahechos de piernas, juntas por las rodillas y separadas por abajo, sermonean el interés del pueblo, y se jactan de ser los más eficaces en dar a conocer sus buenos deseos en materia de gobierno y robo. La culpa, si todo va mal, siempre estará en el pueblo por haber dejado sus orejas y rabo a su disposición. Si todo va bien, la gloria será de ellos.
Zampabollos, zampatortas, zampalimosnas, todos ellos se ponen en estado de levitación patentizando las bellas calidades, las glorias y las honras de estos asnales humanos que se ven únicamente limitados en la boca, pero no en sus bolsillos, pues creen que se merecen todo lo robado, aunque no esté el horno para bollos ni la Magdalena para místicos tafetanes.
Siempre escuchamos las mismas cantinelas, las mismas glorias de que "más vale algo que nada", y así nos va. Andamos en zancas de araña junto a cada uno de los maderos en que se apoyan los peldaños de la escalera de la vida miserable .Unos a otros se roen los zancajos.
La Musa que los vitorea da zapatazos a las velas, zangarrea, rasguea sin arte la guitarra, golpeando, como el conejo, rápidamente la tierra con las manos, alcanzado al caballo cuando se va corriendo, como Rucio a Rocinante en la no Mancha.

Daniel de Cullá (Madrid)
Publicado en la revista Aldaba 31

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