¿Cómo no sentirse un ser maldito
quien ni siquiera a sus padres nota dentro
y allá donde esté, solo ve seres ajenos
que no despiertan su interés,
cómo no parecerle que su condición es malvada
si mientras los demás se muestran unos a otros
el calor de la confianza y el regocijo por su afinidad,
él no sale de la perplejidad y el tedio
y ni siquiera en lo más humilde,
intuye a los otros como algo suyo?
¿No se creerá un ser de hielo, un hipócrita, un condenado,
un alma sin verdadera humanidad?
¿Con qué derecho reclamará dignidad
quien no la encuentra en los otros?
Luis Rafael Garcia Lorente
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