El mar de Beagle permanece allí. cruceros de diferentes partes del mundo están anclados cerca de la costa. un yate con seis tripulantes en busca de diversión y pesca se lanza a la aventura. Puedo observar todo al detalle desde el mirador de la isla de chocolate. bebo un trago de vino tinto espumante y caen unas gotas sobre mi camisa gastada de gamuza color lacre, dejando huellas que al secarse forman un duende burlón. El agua fluye y refluye cuando de pronto sucede algo inesperado que provoca el amontonamiento de la gente en los parapetos de la costanera: un pescador logra levantar con su caña una trucha con dos cabezas del mismo color de mi blusa. De pronto el sol se convierte en una bola de fuego que derrite la nieve de las montañas y los blancos picos se derrumban como amantes ardientes enlazados por los muslos y se penetran, se lamen, se atraen, se rechazan, se revuelcan y el grito penetrante del orgasmo se convierte en eco que derrama lava de lujuria dorada que convierte en pepitas de oro el horizonte. El mar se retrae y una extensión de arena con caracolas forma una playa rosada. Aborígenes descalzos con ropa deshilachada caminan hacia un nuevo sol. El didjiridoo los atrapa de inmediato y forman un gran círculo, su sonido misterioso es un flechazo que los anima a bailar desde los huesos de la columna vertebral. Resuenan los cuerpos en las vértebras mientras incorporan el canto y la danza. Nace un ritual desconocido que es lamento y alegría. Las cuentas de un rosario ruedan por la arena. En una barcaza mujeres de piel oscura y largas trenzas negras, desgranan maíz. Vientres abultados anuncian niños de cristal. Falta poco. el viento se detiene. capullos entretejidos de algodón se convierten en cunas. Hombres y mujeres se mueven, elevan sus brazos, se arrodillan y emiten un mantra. El duende se acerca y yo me diluyo entre los antiguos hielos eternos y los dragones que fueron vencidos.
Susana Ruggiero -Argentina-
Publicado en Esrellas poéticas 56
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