El día que se instaló, el vecino fue a hablarle y le aseguró que podía contar con él para lo que fuera, incluso para un transplante si hacía falta pero al otro día fue a pedirle sal y malhumorado, exclamó:
-¡Ya estamos!
Como buenas vallas hacen buenos vecinos, decidió olvidarse completamente de él pero entonces fue el vecino el que vino a pedirle sal porque la gente resentida no sufre la más mínima ofensa y acaba vengándose tarde o temprano. No ponía nunca la radio pero un día su vecino le recomendó en el rellano que escuchara a la estrella de las mañanas en la emisora clerical porque era tan divertido que no podía parar de reír y él atendió su consejo y tanto le gustó que lo quiso tomar por costumbre pero el segundo día, oyó golpes en la pared y el grito del vecino desde el otro lado, que decía:
-¡Ya está bien de radio! ¡Qué poca vergüenza!
Se temía que iba a sufrir un infierno con aquel vecino y hubiera hecho cualquier cosa por perderlo de vista. En unos análisis le apareció el colesterol alto y tan preocupado se sintió que su vecino se dio cuenta y le preguntó si le pasaba algo porque le veía mala cara. Él le respondió que le habían dado la mala noticia de que su colesterol estaba demasiado alto pero el vecino le advirtió que era un detalle sin importancia.
-Yo llevo años con el colesterol alto y aquí me ves -le dijo-, vivito y coleando.
Pero a los pocos días, se lo llevaron a enterrarlo.
Luis Rafael Garcia Lorente
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