Grave silencio en Tenochtitlán.
la derrota es silenciosa.
no se escuchan los trinos de las ocarinas
ni el retumbante sonido de los caracoles,
los dedos no percuten atabales,
las chirimías descansan en rincones de tristeza,
las calles no arropan la percusión del huéhuetl.
sobre los espejos de los cinco lagos la calina.
Marchan con el rostro cetrino y apagado los señores,
dónde quedó la bravura del guerrero águila.
dónde el arrojo del guerrero llamado ocelote.
la valentía del capitán coyote
se diluyó con la muerte a sus espaldas.
todos muestran sus rotas rodelas,
sus escudos humeando desamparo,
los colpiltin con desgarradas plumas,
la sangre resuma en sus ropas un olor a hierro.
el teocalli sin fuego en los braceros,
no hay exhalaciones de copal en el tecáxitl.
todos los estandartes con sus dibujos y figuras enrollados,
una melancolía de sal los arreboza,
hoy no se exhibieron bajo el cielo del Anáhuac.
Pasaron dos lunas de agua, dos lunas negras.
Ellos, los que llevaban la valentía en cada poro,
lucharon cara a cara, cuerpo a cuerpo;
sintieron los filos de obsidiana en medio de su pecho.
y los vencieron y tuvieron que comer el polvo
y rechinar los dientes y astillar sus uñas.
Había un guerrero que a pesar de sus desgarradas carnes
lucía imponente con su copilli de multicolores plumas.
lloraban todas las mujeres,
menos una que miraba asombrada a ese guerrero altivo.
Palideció cuando pasó frente a ella y la buscó con la mirada
clavando en sus pupilas sus ojos de varón enamorado.
ella le había jurado amor eterno, pero ya pertenecía a otro hombre.
Tu señor ha muerto en la batalla no tiene caso que lo esperes.
Ella obedeció cuando sus padres la dieron por esposa
al tlaxcaltécatl que también la amaba.
Le había mentido, ahora lo sabía.
Corrió gimiendo por la orla del lago de Texcoco,
el guerrero la vio correr desesperada
y tras ella al mentiroso cónyuge.
El señor del copilli de plumas matizadas
apretó fuertemente entre sus manos
el puño de la macana y fue a encontrarlos.
Los dos hombres se enfrentaron.
La pelea empezó cuando Tonatiuh
había llegado al cenit acompañado
por los guerreros muertos en combate
y terminó cuando se oculta en el ocaso
acompañado de las cihuateteo
-mujeres muertas en el parto-.
El tlaxcalteca fue herido de muerte,
huyó hacia lejanas tierras.
el vencedor buscó a su amada,
la encontró sin aliento entre la hierba de jade.
el guerrero águila se arrodilló a su lado,
Cubrió su cuerpo de Xoxocotzin, de Yoloxóchitl.
el pájaro de las cuatrocientas voces gorjeó
hasta que la bruma llegó con su talega de carbón.
Esa noche hubo truenos, relámpagos, temblores
y se prendieron inexplicables fuegos
en el enorme espejo de obsidiana.
Al amanecer donde era valle aparecieron
dos hermosas montañas cubiertas de armiño,
en una se distinguía la silueta de una mujer recostada
sobre una alfombra de flores y vestida de nieve
y en la otra se adivinaba la figura de un guerrero de hinojos
junto a los pies de la mujer cubierta de blancura.
Iztacíhuatl (doncella blanca) y Popocatépetl (cerro humeante).
Los dioses conceden a los amantes vivir por siempre juntos,
mientras lata el ígneo corazón de la madre tierra,
mientras Tonatiuh transite por el cielo del Anáhuac.
María Elena Solórzano -México-
Publicado en Estrellas poéticas 56
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