miércoles, 4 de enero de 2017

EL AMOR NUNCA HIZO NINGÚN COBARDE


Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se
ama.
El parón general levantó la alarma en la TOBOSO CORP. Millones de libre pensadores se conectaron a la empresa para analizar el entramado de operadores entrelazados que conformaban una plantilla integrada en su totalidad por robots unidos a la gran madre: inteligencia artificial que desde su creación no había cesado de crecer. Hacía más de 80 años, desde finales del siglo XXI, que ningún ser humano se involucraba físicamente.
Ininterrumpidamente, las máquinas habían creado y regenerado todos los sectores de elaboración, ante la mirada atenta de los observadores en la red. Tras aquellos muros todo era desconocido. Ocultos de sus creadores se había desarrollado todo un entramado de jerarquías que, en más de una ocasión, habían promovido rebeliones, guerras y disputas, pronto sofocadas por la madre, para que sus superiores ni se enteraran. Un sinfín de personalidades conformaba aquella nueva sociedad que, ahora, se había quedado paralizada. Las puertas se abrieron y el ejército de técnicos se adentró con paso firme. Miles de ojos cibernéticos fueron testigos del desconcierto de aquellos seres sorprendidos al ser embestidos, derribados y finalmente vencidos, por el ataque de la desgarbada figura de un androide que, a lomos de un vehículo robotizado, preparaba una segunda carga. Cerca de él, otro
androide de menor tamaño, rechoncho y barrigón, preparaba nuevamente las armas del primero y le
alentaba con grandes aspavientos para que alcanzara su objetivo. Y desde las alturas la gran madre “Dulcinea” como así hacía llamarla el cibercaballero se satisfacía al saberse vencedora por segunda vez frente al amo. Cuentan que en un primer alarde de fuerza aquel quijotesco personaje se enfrentó a los generadores gigantescos, motor de la empresa, a los que venció al grito de: “Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete.”. Y se sabía complacida ante la irrupción de un enamorado tan leal que nunca le fallaría porque así lo contaban los libros.

Carmen Rosa Signes U. (España)
Publicado en la revista digital Minatura 153

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