viernes, 27 de enero de 2017

UN CRIMEN DEMASIADO HUMANO


Déjame trazar a pinceladas tus pupilas, bordar el contorno de tus labios con marfil o con cuarzos de diamantes. Volver a ser tuyo como el oráculo del sol o como un amante bebiendo vino de tus ríos. Ser tu último terruño, tu primer instinto cuando despiertes arropada de geranios y placeres infames.
Déjame volverte una gacela bajo el ondulante silbido de los dioses. Pertenecer a tu credo cuando te sepas despojada de la luz brillantísima de las sombras. Ser tu primer hombre de barro, o un colorido juego de sorpresas cuando ya el mundo no amanezca, sino para mis ojos locos.
Déjame ser tuyo en la marcha, en la rutina, en los miedos incesantes; estrecharte mientras cae la costumbre como un milagroso canto de alabanzas. Volver a ti como se vuelve a una caricia o a una idea fija. Ser ese hombre que juró amarte con lanzas o fusiles, con migajas de pan o con un abrazo a una mano.

German Rodriguez Aquino

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