En el gris y semioscuro pasillo
que vincula la vigilia con el sueño
sobreviene –desordenadamente- el pasado,
las huellas que dejaron tus caricias,
el eco agobiante de tus besos,
aquello que quise y no ha llegado.
Como un malón enfurecido,
entre gritos y nubes de polvo,
me va robando de a puñados la noche,
me va sembrando de vacío mi pecho
e imperceptiblemente mina
de -filosos y oxidados- segunderos
la accidentada geografía
de la que hasta ayer fue nuestra cama.
Leandro Murciego
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