Tenia el poeta la rutina
siempre en contra del juez,
ira de un gemido
para poder comer, vestir y amar,
insondable soledad
anclada en tintas idolatradas,
sembrar la tierra haciendo frente
a filósofos ceñidos a herejías
atrás de los contratos desdén y orgullo
construyen molinos de viento
donde sus trozos de carne cubren las hojas
y se puede dormir en ellas.
Historias de artistas
tristes espíritu del arte
mientras las letras explican que está vivo
centenares de metros bajo el suelo,
sus pulmones frenéticos
ajenos a la ruina de los milagros
incapaces y violentados por el inútil miedo
llevan sus pasiones hasta el corazón
vestido en víspera de
oposición ante cualquier argumento,
arden en el infierno
a ras del vapor de agua
donde se recibe lo sagrado de la existencia
y podemos jactarnos además
de ser vagabundos cubiertos
de entrañables estaciones
tierra visible lápiz de garantía
alzada contra la opresión,
una lluvia empezó a rociarnos
con un lenguaje que gira
en la lengua del descontento.
Vigilan de cerca el horror del desconsuelo
es la razón de un poema su existencia
y la emoción de orgías claras y locuras
arremolinadas en un vacilante
y fastidiado juicio de desamparo,
recobro mi dosis individual
sangrando por la fiebre de mis palabras
senderos de mis glóbulos rojos
tormento de una experiencia
con furia de besos.
Manuel Vílchez García de Garss
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