Hay días, que amenazan con tormentas
que nunca llegan, que pesan en los hombros,
que aprietan la garganta y roban el aire.
Hay días, por suerte son los menos,
en los que el cielo parece convertirse en asfalto
y de pronto la ciudad se impone
y se acaban los lugares donde escaparse a soñar.
Leandro Murciego
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