Para confiarme a tu cuerpo no fui ladrón ni verdugo,
tampoco un adicto que te regala versos, o finge
la locura más extraña;
ni un ángel fumador de opio en los arrabales de
Alejandría,
que se refleja cada tanto en tus sueños...
Para confiarme a tu cuerpo por toda una eternidad,
fui contador de perlas en Macao, transmisor de sífilis
en Estambul,
cantor de tugurios como algo, creo, venerable;
acaso, un bebedor más viejo que Khayyam con su hetaira
más hermosa y sus velos sensuales.
Para confiarme a tu cuerpo, fui desvergonzado estafador
en Rímini,
divulgador de historias en Bogotá que anduviera
por carne semejante...
Sí, para confiarme a tu cuerpo.
Fui buscador como el que más del metal sagrado que hay
en la apestosa muerte.
Nada más que para confiarme a tu cuerpo.
Del libro “Mirada de Brueghel” de
Manuel Ruano -Argentino-
Publicado en el blog revistaislanegra.fullblog
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