miércoles, 23 de julio de 2014
LA LLAMADA
Vestíbulo pequeño, decorado con sencillez. Lateral derecho: una puerta cerrada. Lateral izquierdo: ventana abierta. Entre la puerta y la ventana, de derecha a izquierda: perchero de metal, aparador, silla que hace juego con el apa-rador y mesita alta de madera. Sobre el perchero no hay ninguna prenda. El aparador tiene tres gavetas, sobre él reposan una lámpara y un florero pequeño en forma de tetera; la silla está junto al aparador y encima está una maleta de pie. Sobre la mesita de madera descansa un teléfono antiguo. Al pie del perchero hay un abrigo rojo desparramado en el suelo. La lámpara está encendida. Por la cortina de la ventana se filtra un rayo de luz. Elena se encuentra de pie, detrás de la mesita, con el auricular del teléfono al oído. Totalmente vestida de negro. Por momen-tos se dirige al público.
ELENA:
(Desesperada.) ¡Inténtelo de nuevo! Es de vida o muerte. Necesito estar en la estación antes de las siete. Por fa-vor… haga todo lo posible. (Cuelga el teléfono, va al centro de la habitación. Trata de calmarse.) Es mi culpa. De haberme controlado no estaría aquí. Fue sin intención. No sabía que lo amaba. (Va al perchero y recoge el abrigo del piso; ansiosa, busca en los bolsillos y comprueba que están vacíos. Tira el abrigo al suelo, con frustración.) Erick insistió en el viaje, dijo que a la niña le haría bien. (Al público.) Fuimos a visitar a mi madre para pedirle que nos acompañara. Estaba cenando con el doctor Rattón, hijo de un viejo amigo suyo. Ella aceptó acompañarnos. (Des-cuelga el teléfono y marca un número; cuelga porque está ocupado. Lo hace de nuevo y le sucede lo mismo; cuelga con violencia. Pausa.) La niña tenía sueño. Le dije a Erick que la llevara a casa y que arreglara las maletas por mí. Me quedaría con mi madre ayudándole a hacer las suyas. Pasamos una velada maravillosa. (Se levanta y camina por la habitación. Sacude el polvo de la maleta.) El doctor Rattón y yo nos las arreglamos para escabullirnos de mi madre. Fuimos a su casa e hicimos el amor. (Recoge el abrigo del suelo, revisa de nuevo los bolsillos y lo cuelga en el perchero.) En la mañana sonó el timbre, era mi madre. Empujó al doctor Rattón y me sacó de la cama. (Coloca la maleta en el piso y se sienta en la silla) Fuimos a la estación. Erick estaba sentado en una banca, la niña dormía junto a él. ¡No te lo mereces!, susurró mi madre, ¡no sabes amar! (Sonríe con burla y dolor.) Miré a Erick a los ojos para delatarme. No dijo nada. Me miró como siempre. Sentí rabia. “¡Estoy harta de ti… y quiero divorciarme! Son casi las siete, toma a tu hija y súbela al maldito tren. Buen viaje”. (Pequeña pausa.) Tomé mi boleto, lo metí en el bolsillo y le dije a mi madre que le inventara algo a la niña cuando despertara. Y se fueron. (Va al teléfono, marca de nuevo. Al auricular.) ¿Ya tienen taxis disponibles?... nunca van a tener, ¿verdad? (Cuelga y mira al frente.) En la madrugada sonó el teléfono, era un policía. Y me lo dijo. El tren se descarriló. Cayó al río. Nadie sobrevivió. (Suspira y niega con la cabeza. Largo silencio.) Es por eso que necesito subir a ese tren. (Resuelta.) Debo estar allí cuando la niña despierte, y necesito suplicarle a Erick que me perdone. Mi madre debe saber que se equivocó. Sí puedo amar. (Se pone de pie.) ¡Qué importa que no haya taxis en el mundo y el estúpido boleto se me haya perdido! Siempre hay algo que hacer. (Corre al perchero y se pone el abrigo.) Puedo caminar, ¡correr! Ya veremos. (Se mira en el espejo y se arregla el cabello velozmente, toma la maleta y avanza hacia el público.) ¿Saben?, hoy me siento más fuerte que nunca. (Va a salir pero se detiene. Se dirige al público.) ¡Deséenme buen viaje! Hasta pronto.
Mila Argueta Románova (Costa Rica)
Publicado en Los Cuadernos de las Gaviotas
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