Grité al cielo
desesperada
para extraviar tu rostro
entre mis poemas
Pero es domingo,
y sin tu voz,
es un lamento que arde en la garganta,
mueren las palabras sin llegar a decir ,
aquello que el alma grita
Mis labios sellados,
Aprietan un salmo en tu nombre.
Amado.
He de regalar un sol,
que vista tu tristeza,
de resplandores y sonrisas.
Así no recordarás
Un amor que nunca fue
o una pasión maligna,
que apresó mi cuerpo al tuyo.
O el tuyo al mío.
Eso no importa, ya no interesa.
Conozco tus intenciones.
Y te destierro al gobierno de la soledad,
a la orfandad que tú mismo ganaste.
Al frío de esta extraña primavera.
Una mujer huye del amor a la hora parda.
En su corazón, un grito
En el puño, apretada el alma.
Una mujer huye del amor a la hora parda.
Zurce sus ojos, así no llora,
En el rostro, manchado el luto.
Una mujer huye del amor a la hora parda.
Corre , fuga ágil , recorre incesante las calles.
Lo evita. se esconde ,no debe encontrarlo.
Flaquearía el cuerpo, sucumbiría su alma.
No se debe amar quien no se debe.
Aún la condena al olvido es larga.
No debo amar a quien no se debe.
Patricia Temple Arciniega -Perú-
Publicado en Suplemento de Archivos del Sur
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