Que gloriosa agonía poseerte,
ese instante febril, siempre soñado...
Contemplarte, aliento entrecortado,
y el delirio feliz de retenerte.
Festejar cada lance de mi suerte…
Dilatar el minuto apasionado…
Besarte con el pulso acelerado,
dispuesto a morir para tenerte.
Que gloriosa agonía, reina mía;
Cuando el éxtasis pasa, victorioso,
y renace el momento de la calma…
Y me envuelven tu paz y tu armonía…
Y relajas tu cuerpo vaporoso…
¡Y otra vez te apoderas de mi alma…!
Del libro Cien Sonetos para un Ángel de
Federico Servando Rodriguez
No hay comentarios:
Publicar un comentario