Ahora esperas a tus nueve invitados: Canela, Manuel, Santiago, Damián, Alfonso, Sergi, Daniel, Marc y Sebas. Son diez, contando con ella. Hoy, cumples treinta y dos años, pero no te sientes joven. No quieres celebrar, quieres justicia y estás dispuesta a hacer de ésta tu regalo de cumpleaños.
Nunca tuviste una madre cuando la necesitaste, para Canela era mejor aquel recuerdo, ya turbio, de Miguel. Manuel no sabía que existías y te duele, aun más hoy, porque creíste que no esperaría para conocerte. Su condena, reducida por buena conducta y porque era menor cuando la cumplía, era el castigo por haber asesinado a su propio hermano bajo los efectos de alguna droga.
Alfonso, Sergi, Daniel, Marc y Sebas eran cinco violadores a los que les habías seguido el rastro. Sin duda, se llevaban la mayor parte de tu odio. Por último, el Padre Damián y su sobrino Santiago. El rostro de Santiago te ha acompañado cada noche desde hace dieciséis años. El Padre Damián no ejerció sus funciones justamente por lo que también le ha llegado el momento de saldar cuentas.
Pasa el tiempo y no acude nadie a tu cita. Sabías que era un riesgo. Lo tenías todo preparado para hacerles frente y que pagaran, cada uno en su medida, por lo que te habían hecho, sin embargo, no había nadie en tu fiesta. Piensas en salir a buscarlos. De pronto, suena el timbre, más bien una alarma. Levantas la cabeza y apagas el despertador.
Publicado por
MARÍA JOSÉ BERBEIRA RUBIO (Castelldefels) en su blog dondehabiteelolvido-airama
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