(Fragmento del artículo de 1917 Acerca del Amor)
En nada de este mundo se ha disparatado más delirantemente que en lo tocante a la universal pasión que hizo de Romeo un memo y un asesino vulgar de Otelo.
Yo creo que la intensidad de esta pasión está siempre en razón directa de nuestra animalidad e inversa de nuestra espiritualidad. A mayor predominio del elemento instinto, del elemento animal en nosotros, mayor amor. Para elevarse a la exaltación romántica de que se han nutrido tanto el verso y el teatro, no es necesario ser cumbre en ninguno de los atributos que dan realce a la personalidad humana: basta ser macho y vivir en un régimen social tan idiota como el presente que, después de embellecer y ensalzar y poner por las nubes, desde la escuela, al amor, lo encarcela y lo amarra y lo ahoga.
En la mayoría de los casos, decir pasión exaltada y romántica es lo mismo que decir hambre, hambre de saciar, hambre de explayar un instinto, un poderoso instinto animal aherrojado.
Mátese esta hambre, quítese esta secular hambre de enmedio, y el amor se acabará, y sólo quedará esa refinadísima y delicadísima flor de la espiritualidad humana que se llama amistad.
Publicado en el blog nemesiorcanles
Compartido por Osvaldo Rivera
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