Me formé pobre, sencilla,
mansa, tranquila, inocente.
No alcanzaba a ver las grietas
que dividen a unos de otros...
Aún no había despertado a la vida.
Aunque la inocencia no fue perpetua
ni la sencillez eterna, para no romper un día la reja,
tampoco fui ciega y pude distinguir lo negro de lo blanco.
Empecé a darme cuenta poco a poco de lo absurdo de esta vida.
Y hacer la diferencia entre lo justo y lo inhumano.
Fui siendo indómita transformando mi mansedumbre en rebelde inconformidad.
Nadie me lo dijo,
lo fui descubriendo sola,
leyendo el día, a día.
Y vi mancharse las calles,
gorgorear la sangre, del pecho de un inocente,
Aplastar con la bota la dignidad del capturado.
Correr la sangre como ríos purpura.
arrastrar cadáveres, mutilar cuerpos.
La plaza que lleva el nombre del más grande anhelo de los pueblos
"LA PLAZA LIBERTAD" Fue testigo y aún guarda el olor de la sangre.
Y vio lacayos lavando el incendio de sangre,
que iniciaron ese veintiocho de febrero.
Se formó el tumulto y se largaron a la montaña en rebelde lucha.
Obreros, campesinos, y mujeres empoderadas decididas a luchar.
A dejar de ser temerosas cómplices con silencios, mendigas de compasión.
Lo rojo de su sangre exige aún la redención.
Hermanas, madres, hijas, unidas todas en el dolor por el rio púrpura,
deslizándose por los desagües de la capital.
Atormentadas por el dolor del injusto opresor,
golpeando el hambre ¡La libertad!
Repercutiendo los pling, pling, el buum, buum
de asesinas balas en la mente y el corazón.
Despertó mi conciencia e hice la distinción entre los "buenos" y los siempre "malos"
Así dejé mi mansedumbre y mi indiferencia
y me volví crítica, coherente e inconforme
ante los atropellos cometidos con este sufrido pueblo.
Languidece hoy mi esperanza cuando veo tan lejos
la justicia y los derechos para mis hermanos.
Mis ojos se diluyen en candente llanto y retuerce de dolor mi alma.
Hoy en mi edad adulta rayando el ocaso
se viste de otoño mi cuerpo y se deshoja mi vida, platinando mis cabellos.
Y con tristeza quizás muera, sin ver redimida la sangre,
ni reivindicadas las luchas de mis hermanos.
Temblorosas ya mis manos escriben estos anhelos por siempre esperados.
Se congelará la sangre en mi cuerpo y el frio lo habitará por siempre,
sin la satisfacción de ver la libertad de verdad conquistada.
Y la paz que he de disfrutar será la que no quiero.
¡Porque paz, es vivir!
Y ver vivir en libertad y justicia, el derecho universal para los pueblos
por siempre oprimidos, explotados, marginados, esclavizados.
En este clamor invito a las nuevas generaciones a tomar la antorcha
de esta lucha por conquistar los derechos por siempre esperados.
ROSII NÁJERA -El Salvador-
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