lunes, 4 de febrero de 2019

PUERTO DE LA CRUZ


Sobre la terraza del hotel, el olor
de la sal y de las sardinas asadas
fue lo primero que sentí.
Luego, las olas golpeando los acantilados
con una violenta inquietud
interminable.
Vi blancas columnas teutonas
plantadas en las arenas negras.
Recorriendo el paseo marítimo
los reclamos de los locales
molestaban un poco,
pero al fin y al cabo
eso en vacaciones no importa.
Como visires de lejanas selvas, los loros
se erguían en los atriles del fotógrafo.
Reconocí también la música:
con la quena
un par de intérpretes tocando
"El cóndor pasa".
Todo resultaba agradable
e insólito al mismo tiempo.
Tanto que ni siquiera me planteaba
escribir nada.
Total, ¿para qué?
Pues lo que permanece,
retomadas ahora mis rutinas,
es la sensación de que me hubiera
gustado no regresar nunca...

RAFAEL SIMARRO -Ciudad Real-

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