Mis quiméricos anhelos
e
infantiles fantasías,
siguen siendo
que los versos se conviertan en el almibarado elixir
endulzante de nuestras vidas;
que sirvan de arma para dirimir nuestros problemas
y
se acaben para siempre tantas guerras fratricidas.
me sueño habitando en un mundo de fantásticas fontanas,
cromáticas mariposas
y
praderas florecidas,
que engalanen
y
aromen la existencia,
haciendo divertida la convivencia
al escuchar por doquiera los coros de explosivas alegrías;
que cada poema explote
en atómicas esquirlas
y
se incrusten certeras en aquellos pétreos corazones,
cuyos dueños fomentan la explotación,
el hambre
y
la miseria,
a la vez muy complacidos,
igual que irracionales con feroz comportamiento,
expandiendo en los poblados
y
en los campos,
la muerte
y
la tristeza;
demostrando un talante sadomasoquista
y
divertido...
al aumentar los caudales de las fuentes
con la sangre de los muertos
y
el llanto de los vivos.
Ilustres bardos
y
soñadores desconocidos,
demostremos que con rimas
y
canciones,
sanaremos las heridas
de aquellos que tengan los sentimientos resentidos;
que con líricos oleajes
atraparemos la atención de los volátiles
y
esquivos,
así aprenderán que la poesía
no es el raro pasatiempo de vagos distraídos.
Un poema bien escrito atrapa corazones
y
roba suspiros,
puede hacer sonreír a un amargado,
convertir las desiertas emociones...
en ejidos productivos,
al abonarlas con la urea del cariño
y
obrar el milagro inesperado,
que cualquier adulto entristecido vuelva a sonreír
y
divagar como inocente niño,
sin que lo inquieten
ni lo arredren las sorpresas del destino;
al mirar complacido
que germinan las semillas del bienestar
y
la amistad,
floreciendo a la vera del camino
y
en vez de un balazo...
nos reciben con un beso,
un abrazo
y
un cumplido;
porque el amor,
la pasión
y
la felicidad,
nos cobijan
y
rodean,
cual oportunos brazos que con amistosa fuerza
nos sacan del abismo
y
al acariciarnos nos envuelven en tules de ternura
y
humildad...
formando un ribero
con las lozanas flores de la benevolencia
y
la cordura,
manteniendo separado al puerco espín del egoísmo.
Gerardo Carrascal Santiago -Colombia-
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