jueves, 20 de julio de 2017

TRÍPTICO GÓTICO EN MADERA


Hoy toca visitar Málaga. Ayer, fue Burgos. Cagadas de perro en sillería de coro es lo primero que encuentran los turistas. Hombres y mujeres parecidos a los salidos de las tumbas prehistóricas de cualquier iglesia o catedral pasean sus perros, perros cagando cual estatuas orantes, que hacen con las patas unos cortes y proyecciones de mierda que ya hubieran querido para sí los artistas Pedro de Mena y Alonso Cano. Abuelos y señoras mayores se incomodan, y mucho, al recoger las deposiciones perrunas, vagas e indefinibles, por el sacrificio que les cuesta este capricho de los nietos.
Por las calles hay abundancia de cacas de perro. Esto es con lo primero que se encuentra el turista que viene a visitar una ciudad como un modorro. A mí me hizo mucha gracia un cicerone chiquito y conejuno de Cinco Torres, villa en la provincia de Castellón de la Plana, con pelo de conejo, que enseñaba a unos turistas una caca de perro dejada en un tríptico gótico en madera.
-Como veis, dijo el cicerone, no hay mierda de perro igual. Algunos tipos son como de cerámica antigua por su sequedad. Esa otra, mirad, es de estilo románico.
Esta de acá parece trozo de hierro sacado de un púlpito del Renacimiento. Esa otra tiene forma de pequeña pila bautismal; aquella, tostada, parece chiquito altarsepulcro; esta, ya veis, es rara, pues alguien ha echado como harina blanca sobre ella, pareciendo de alabastro. Esta, gótico-mudéjar.
Un malavenido le cortó, diciendo:
-Esta y todas, señoras y señores míos, a mí me parecen confituras de plátano pocho, boniatos u otro fruto y almíbar. ¡Vaya¡, en una palabra: chorizos.
Todos reímos.

Daniel de Cullá (Madrid)
Publicado en la revista Aldaba 33

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