EMIGRACIÓN ATÓMICA

Con la plaza pública rebosante de gente que presenciaba el acto conmemorativo del XXXIV congreso
de científicos del planeta, auspiciado por Morgan Corporation y True Files Group for Humanity, se presentó al escenario la cara más prestigiosa de la ciencia. La cual, había pedido exclusivamente cerrar la conferencia llamada “The future of humanity is in our hands” celebraba en Londres. El
joven biofísico Lauren Schwart, también eminencia en biología microscópica y física cuántica, salió
con una sonrisa en medio de los aplausos, cargando un pequeño tubo de ensayo tapado solo con su dedo pulgar. Lo primero que dejó en claro a los millones de espectadores que lo observaban desde todas partes del planeta, era que la ciencia estaba constantemente cambiando el mundo y que no había forma de revertirlo, ya que la historia a través del tiempo, la confirmaba como una extensión natural de la vida humana que se desarrolla de forma exponencial y que había llegado el momento de dar el
salto más importante para la humanidad. La multitud soltó un eufórico aplauso que saturó la acústica de la ciudad. Schwart se acercó a los pies del escenario lleno de publicidad y sentenció: ¡Del agua
venimos y en agua nos convertiremos!
Los flashes de las cámaras bombardearon el escenario, sin dejar apreciar a la masa expectante que no
paraba de gritar, como el joven rociaba el tubo que parecía estar vacío sobre las cabezas bajo sus pies. La mayoría de los cuerpos aludidos comenzaron a evaporarse hasta desaparecer por completo sin dejar rastro. Como si estuvieran bajo el proceso de sublimación del agua. Al cabo de veinte años, todas las  personas desaparecidas a manos del joven científico, quien fue sentenciado a cadena perpetua tras su negligente acto, comenzaron a aparecer en distintos lugares del planeta, sin recordar nada de lo sucedido. El accidente científico fue conocido por las siguientes generaciones como la emigración atómica.

Dan Aragonz —seud.— (Chile)
Publicado en la revista digital Minatura 155