jueves, 20 de julio de 2017

EL LAMENTO DE LOS INSTRUMENTOS


La vida se desvanecía en la neblina azulada.
Estoy sobre todo
pero no sobre mí que ese cielo amenazante de cobre
encima del cual he de reinar.
¿Por qué debe soportar esta carga el hombro humano?
¿Por qué está mi corazón encerrado con una armadura de hierro?
¿No se me permite ser humano?
La más oscura tristeza envuelve el camino detrás de mí,
entre las sombras de color rosa me pregunto como un dios sin hogar.
Pieza por pieza extrajo mi corazón, todopoderoso Dios,
y me ha hecho de su engranaje.
Te pertenezco de cuerpo y alma
y el resto de mi tiempo prestado.
Lloro. Las lágrimas caen en mi camino,
lágrimas duras como piedras.
¿Dónde encuentra mi boca más palabras de lamentación
en abundancia sin descanso?
Mis noches y días
están escritos en tu libro, oh dios.
Nada es mío en la tierra
ni siquiera una sola flor.
¡Pero oh, siendo el más poderoso!
Lo tienes escrito en tu frente,
jugar al extraño juego del destino
de las ofertas de socorro.
Las antorchas

Quiero encender mis antorchas sobre la tierra.
Mi antorcha estará
en cada granja nocturna
en los Alpes, donde el aire es una bendición,
en las tundras, donde el cielo es la melancolía.
Mi antorcha brilla en las caras del miedo,
el llanto, la oscuridad, la contaminación.
El dios bondadoso te tiende su mano:
sin belleza no sobrevive el humano un solo segundo.

Del libro El altar de las rosas de Edith Södergran -Suecia- Traducción Hebert Abimorad
Publicado en Periódico de poesía 99

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