A una honda reflexión
me llevó mi pensamiento
consideré en qué momento
se agravó mi situación.
Mi niñez fue placentera,
disfruté mi juventud,
gocé de buena salud
y de vida aventurera.
Al llegar la madurez
se me acabaron los bríos,
sin querer me metí en líos
que lamento en mi vejez.
Hubo momentos de acierto,
situaciones peligrosas,
acciones pecaminosas
y ahora vivo en un desierto.
De todas mis experiencias
saco algo en positivo:
gracias a Dios estoy vivo
sufriendo las consecuencias.
Me siento en paz y tranquilo
pues de todos mis errores
el Señor de los Señores
me perdona y me da asilo.
Juan Federico San León -España-
Publicado en la revista Oriflama 29
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