Las briznas del inmemorial estallido
encienden los átomos de ríos, nieves y mares,
reverberan en la superficie bruñida de las hojas de la camelia,
limpian el aire de la turbidez gangrenosa del vivir,
borran las insondables distancias entre el hombre y sus inicios.
Nunca preguntarse por qué se obró el pasmoso milagro:
dejar que los poros bendigan la delgadez de la brisa,
los párpados se enternezcan con el ámbar crepuscular,
el jazmín impregne las partículas todas,
la boca se deleite con la licorosa fruta,
las yemas titilen al roce de la sedosa redondez
y la ingle se resuelva en purgante olvido.
AZIZ TAZI -Marruecos-
Publicado en Luz Cultural
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