lunes, 16 de enero de 2017

LA NOVELA CIRCULAR DE DON ALONSO QUIJANO


Una resaca de órdago nublaba a don Alonso Quijano cuando despertó. La noche había sido larga, y la borrachera no menor. El ama —o quizás su sobrina— habían llamado al cura y al barbero, y allí estaban, al pie de la cama. Maese Nicolás lo reprendió: si mala fue la locura que los libros de
caballerías despertaron en Quijano, peor se estaba demostrando su desmedida pasión por el vino; pues si las caballerías encierran, a su modo, honra y belleza, nada de ello se encuentra en cambio en la bebida.
—Más le valiera escribir tales necedades, como en los libros de que tanto gusta, en vez de cometerlas de continuo —dijo el cura a la sobrina—.
Así, al menos, descansara.
Debió fijarse en Quijano tal idea, pues fue su siguiente delirio escribir sin tregua, llenando pliegos y pliegos de apretados renglones. Diole por narrar la vida y obra, venturas y desventuras, de un personaje que su invención bautizó como don Miguel de Cervantes: soldado del reino en las guerras contra el Turco, herido y tullido en Lepanto, cautivo del bey de Argel por cinco años, y ya liberto y de regreso en Castilla, en su edad madura, aficionado a las letras y los versos. Tal personaje, Cervantes, componía un libro acerca de un ingenioso hidalgo, y Alonso Quijano lo redactó de seguido narrando sus propias hazañas y aventuras (y locuras) en compañía de Sancho Panza. Narró sus andanzas hasta el punto en que Quijano comenzaba a escribir —de nuevo— la historia de
Cervantes; y Cervantes la de Quijano; y Quijano la de don Miguel; y don Miguel la de don Alonso...
Y don Alonso Quijano ya nunca salió de aquella última demencia.
Antes de morir llenó la casa de páginas y páginas de su circular novela. Quizás por ello, ante tal
cúmulo de papeles, a nadie extrañó que un incendio fortuito terminara con los cuatro: la casa, la novela, el personaje, y el propio autor.

Pablo Solares Villar (España)
Publicado en la revista digital Minatura 153

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