Poeta goliardo y amigo de lo ajeno, camarada de la sombra que escala y huye. Conoció a Quevedo a través de su libro de sueños que descubriera en la sección de libros raros y curiosos que albergaba la Biblioteca Nacional de París. En los estantes se apilaban las obras que se irían a escribir siglos después. Nuestro poeta escandalizó las rúas de Paris y amotinó la literatura de la época con su singular testamento literario. Los epígonos del vino recomiendan leer antes de hablar en público pasajes de su incunable tetrástico como antídoto contra los necios de turno. Yo soy François, lo cual me pesa, / nacido en París, cerca de Pontoise, / y en el extremo de una soga / sabrá mi cuello cuánto pesa mi culo.
Del libro “Crónicas de Quevedo” de
ÁLVARO QUINTERO MEJÍA -Colombia-
Publicado en Luz Cultural
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