Cuentan, que cuando el mundo era joven, cuando los hombres eran seres unidos a la naturaleza le pidieron al gran tigre que intercediera ante los dioses por ellos, los humanos temían al último viaje, y deseaban un compañero que les orientara por el gran sendero. Para concederles esta gracia el gran tigre se presentó a las puertas del inframundo, era un lugar oscuro y frio, pero su corazón no conocía el miedo, con su zarpa golpeó la entrada con firmeza
—¿Quién llama con tanta vitalidad a donde vida no queda?
—Soy el Gran Tigre, abridme pues deseo hablar con Nekra, la última morada, vengo concediéndoles una gracia a los hombres.
—Imposible, sois un temido carnívoro, y este servidor, es un no muerto, temo que el suculento aroma
de mi carne podrida os tiente.
Despojaos de fuerza y pasareis.
El gran Tigre se despojó de su dorada piel, surgiendo Kalim la hija de las sombras, cuyas descendientes eran conocidas por panteras.
—¿Me abriréis ahora No Muerto?
—¿Acaso me tomáis por necio? Aquí dentro seriáis prácticamente invisible Nekra me fulminaría.
Despojaos de fuerza o desistid de audiencia.
Kalim se despojó de su manto apareciendo el lince - ¿Y ahora puedo pasar?
—Yo no pondría problemas, pero el camino es demasiado estrecho y está escrito que solo dos pies pueden tocar el suelo, pesáis demasiado para portaros, antaño fue joven y poderoso, pero ahora solo quedan huesos sostenidos por la magia.
El lince se despojó de su última piel, quedando el gato, el cual poseía la inteligencia del tigre, la invisibilidad de la pantera, pero era liviano para poder ser trasportado. El Gran Tigre cumplió su promesa ante los hombres. Como tributo el gato nunca serviría a los humanos, compartirían mundos, el de los vivos y el de los muertos.
Manuel Santamaría Barrios (España)
Publicado en la revista digital Minatura 154
No hay comentarios:
Publicar un comentario