sábado, 21 de enero de 2017

BITÁCORA 88∞


En este lugar en donde han llorado muchos. Tantos que ya ni recuerdo.
El estruendo de aquél lugar penetra las capas y bicapas de la atmósfera.
Uno de ellos…un hombre, hijo de la Tierra, se hacía llamar caballero.
He avanzado unos radios de meditación y sigo estudiando el lenguaje de esa civilización tan poco explorada por los míos. Escucho gritar a ese hombre “¡Oh, cielos!”, su igual le llama Don Quijote de la Mancha. Lo observo entre las ondas gama que llegan a la pantalla plasmática, mientras escribo y
decodifico en lenguaje binario aquellas hazañas que él dice hacer en nombre del amor…Siempre me he preguntado qué es eso.
Pocos pueden ver lo que yo veo, ni siquiera los navegantes del mar oscuro. Yo la veo, a ella, Dulcinea.
Me sorprende que el acompañante, Sancho no la mire como lo hace él a través de mis órbitas. Y entre mi memoria terabática escaneo su imagen al mismo tiempo que coloco una nota en el teclado: “No era un hombre sino una bestia. Era Don Quijote de la Láctea.” Y con esto concluyo otro capítulo de mi estudio.

Laura Izamar Velarde Garcilazo (México)
Publicado en la revista digital Minatura 153

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