viernes, 21 de octubre de 2016

UNA HISTORIA DE TANTAS


Marisa no fue una más en el grupo de aspirantes al puesto de secretaria vacante en la Cátedra de Derecho Constitucional, la paga era buena y la posibilidad de acceder a un cargo de categoría en la planta del personal de la Universidad, muy tentadora.
Las jóvenes, con sus currículos en mano y parloteando incesantes, aguardaban el momento de ser evaluadas. Cuando llegó el turno de Marisa, con su timidez y discreción, flotó en el aire la certeza de que sería la elegida. El ojo del halcón a cargo de la cátedra, había avizorado la mujer que se escondía en ese cuerpo de apariencia frágil.
Fue así como la recuerdo. Con apenas veinte años, vestida con una pollera amplia y una blusa recatada, luciendo en su anular el anillo de compromiso con el que había sellado su amor juvenil con un condiscípulo del colegio del pueblo de donde procedía.
El halcón no se había equivocado con su experiencia de seductor nato. Ella sucumbió a sus encantos, rompió el compromiso y se resignó a ser “la otra”. Durante muchos años se afianzó la relación entre ambos. Eso no le impidió al célebre catedrático ampliar su coto de caza, pasaban otras muchachas por su cama, aunque él siempre volvía a ella, a quien no le importaban ni el paso de los años, las canas incipientes, o los fines de semana solitarios.
Él había dejado claras las condiciones, no habría hijos, él tenía cinco con su esposa legal a quien por lógica no abandonaría. Ella aceptó todo. Se fue a vivir a un departamento que él le había dicho que puso a su nombre y obtuvo un cargo importante como auxiliar de docencia, ya que él, en un gesto impensado, había apadrinado sus estudios superiores, lo cual le permitió solventar el mantenimiento de la casa. Hasta en eso había sido precavido el halcón, dispuesto a apoyarla pero nunca a mantenerla.
Pasaron años, algunas nos casamos, formamos familia y seguimos adelante con nuestras vidas. Marisa, en cambio, se resignó ante el designio de su equivocada elección.
Cuando el halcón falleció en un accidente, supimos que a ella la dieron de baja en el cargo que ostentaba, debiendo acogerse a una jubilación mínima. Nos enteramos también que los hijos del catedrático impulsaban un juicio de desalojo por usurpación de propiedades. Lo que se creía que fue cedido a Marisa carecía de fundamento legal.
Así las cosas, ella se dejó apagar rápidamente. Semanas después, un par de días antes de que se cumpliera la orden de desahucio de la casa, los bomberos alertados por un vecino concurrieron al domicilio, la encontraron sentada frente a la ventana, como dormida, en actitud de espera de ese amante que ya no volvería.

Catalina Zentner Levin 
Publicado en Literarte 88

No hay comentarios:

Publicar un comentario