No me gusta vivir para mí mismo, sino para los demás;
tampoco me ensimisma la rigidez, antepongo lo sensible,
me asombra el que teje una sonrisa hacia sus análogos,
no vayamos a que nos atrape la muerte sin haber reído.
Siempre hay que ponerse en el lugar del otro para concebir
que uno sigue vivo, mientras vive en el amor de amar amor,
y que convive para hallar una respuesta a su razón de ser,
y una réplica al por qué vivimos si no queremos amarnos.
¿Qué es la vida sino acogerse y recogerse armónicamente?
Instauremos la paciencia como timón, asentemos la paz
como atmósfera vivencial, restauremos la moralidad
de un corazón desprendido, de un alma librada de mundo.
Este mundo nuestro fue hecho para todos y para nadie,
a pesar de que los olvidados no tengan voz en nosotros,
mientras los privilegiados nos dominan a su antojo,
como si fueran dioses, despojándonos de la libertad del yo.
Cuesta asimilar esta irracional rivalidad de los fuertes
contra los débiles; pero ahí están: algunos recompensados,
otros postergados; deshonrados unos, castigados otros;
reafirmándose un mercado de intereses que nos deja sin aire.
Ya está bien de tanto deshonor, de tanto lenguaje cruel,
desconcertante, de tanto atesorar palacios de poder para sí,
regresemos a la autenticidad del verso y seamos el poema,
que aunque todos lo llevamos consigo, no todos lo viven.
Vivamos en el amor y recreémonos juntos en la creación,
pues nada germina sin pasión, sin una historia de encuentros
y acogidas, de anhelos interiores y de íntimas búsquedas,
de sueños en comunión y de comunión con el espíritu.
Todo requiere energía para penetrar en la naturaleza misma
de las cosas; el amor y el deseo son alas que nos dan aliento,
por eso cuando el ánimo está abatido, es menester levantarlo,
para que el cuerpo humano, que es el motor, pueda caminar.
Necesitamos ser caminantes para poder descubrir paisajes,
horizontes que yacen en los ojos de nuestra mística esencia,
sólo así podremos retornar al Creador, reactivar andares
que son savia, rescatando el sentir de uno mismo en el astro.
Víctor Corcoba Herrero
Publicado en Luz Cultural
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