viernes, 28 de octubre de 2016

CONTROL POBLACIONAL



Año Galáctico 3071/Segunda Era de Expansión/Nave Nodriza Germinal IQV477/ 247 días de protocolo de exterminio/Fase 2.
Leo aquellas líneas de un tirón mientras las luces del visor del androide centinela menguaron hasta
apagarse por completo. Por absurdo que parezca me encuentro recordando la edad que cumpliría en un par de semanas. De acuerdo a las regulaciones genéticas yo debería haber muerto hace ya tiempo. Y allí estaba, asiendo aquel tubo con el que había golpeado una y otra vez el casco metálico hasta que me dolieron los brazos.
Los demás me ven con pasmo y miedo, arrinconados en el fondo del pasillo. Tras ese breve instante, me recobro lo suficiente como para entender las implicaciones de lo que he hecho: al dañar las tuberías y destruir al centinela sólo atraería más atención sobre nuestro rastro.
Escondemos al androide lo mejor que podemos, aprisionándolo entre los tubos y corremos un largo trecho en ese laberinto de pasillos oscuros hasta quedar exhaustos. Nos tiramos en el suelo. Entre resuellos, bebemos un poco de agua, turnándonos la cantimplora entre los cinco, dando un par de sorbitos con aprehensión y puedo adivinar lo que estamos pensando. Hace poco más de tres ciclos que nos refugiamos en los túneles y las provisiones ya escasean.
En esos momentos extraño la otra vida, esa en la que vivíamos apilados en las celdas dormitorio,
compartiendo los diminutos catres si teníamos suerte de ganárnoslo. Por aquel entonces ya se racionaban las comidas y muchos enfermaban por la  desnutrición o por el agua reciclada.
Era claro la colonia no iba a sobrevivir otros diez años.
Ninguno de los pasajeros de la IQV477 debía pasar las cuatro décadas de vida útil. El precio por los
viajes de colonización planetaria. Sólo que nosotros no lo hicimos, fuimos el gran error genómico, la mala semilla, la bomba poblacional y nuestro fallo de diseño era la longevidad. Pero las IAs del
protocolo V.Y.R.L. iban a corregir eso.
El silencio se rompe cuando oímos la tenue pero conocida secuencia de pitidos arriba de nuestras cabezas y nos limitamos a incorporarnos. Es tiempo de correr de nuevo.

Julieta Moreyra (México)
Publicado en la revista digital Minatura 151

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