Desde abajo, muy abajo, estoy mirando
el vacío grisáceo de mi cielo,
me quedaré por siempre observando
la ausencia de la luna y el lucero.
La estaca del adiós se ha clavado
lentamente en el centro del recuerdo,
transversales olvidos han formado
una cruz que indica el fin de mis deseos.
Tan inertes los suspiros y mis besos
como a fuego en mi lápida de sueños
plasmarán mi dolor hecho verso
y el momento final de aquel ¡te quiero!
Cada día cuando el alba abrace al ocaso
limpiará cansina con lluvias de saudades
los verdes musgos de perfidias y fracasos
para que recen tristes allí mis soledades
De rodillas, tal vez pregunten al destino
por qué mi alma silente no ha gritado
y agónica, sin llantos como en suicidio
por amor se lanzaba a tus brazos.
Ramón Pablo Ayala (Argentina)
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