viernes, 27 de marzo de 2015

LUCEROS DE SOLEDAD


Mientras la noche se va derramando a tientas
en oscuros manojos de silencio,
de tu pecho van cayendo luceros de soledad.
Es tarde para el amor y la palabra.
Es muy tarde ya para proyectar retornos.
Los sinuosos harapos del hastío se van colando
como culebras por las rendijas del alma.
Hace frío, la lluvia golpea
los macilentos cristales del corazón.
Siento tiritar mis vísceras, ansiosas de sol,
en los despiadados cielos de la ausencia.
Y tú te alejas como una ola solitaria
sedienta de distancias y de abandonos,
al tácito son de tus pasos en el asfalto.
Como un velero de cielo herido
que conduce el viento hostil
a la deriva de los sueños rotos,
surcas las túrbidas aguas
de ese tenebroso mar de los desiertos,
ausente de gaviotas y de corales.
El otoño sombrío aúlla en tu médula
como un lobezno hambriento
que ansía devorar mis horizontes.
Mas ya es noche cerrada.
La sangrienta luz del crepúsculo
se ha diluido, nostálgica,
en su torpe asimetría de pesadillas
y en su necia duermevela
de decrépitos y mustios pianos
como música enredada en su demencia.
El lamento de tu adiós queda en el aire, fluctuando,
como un beso enmohecido por el llanto.

Encarna Gómez Valenzuela (Pegalajar, Jaén)
Publicado en la revista Aldaba 25

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