Mire a Naam,
había crecido mucho,
el campo le sentaba muy bien,
todas las mañanas íbamos a andar,
siempre me cogía mis flores preferidas,
blancas margaritas, y varias florecillas,
lo vi robusto y fuerte,
me sentí feliz de haberlo elegido a él,
de discípulo, bien pequeño,
pues así lo amoldaba a mi fuerte carácter,
y nos entendíamos muy bien,
pues se amaba mucho
en el conocimiento de mi familia.
Me hizo subir a una montaña,
y le dije, sabes que ando poco y
me gusta vivir tranquila,
¡descansemos en la colina¡
más me preguntó,
¿cómo son los espacios que visitas
cuando estas dormida?
le sonreí ¡era siempre así¡
le dije, apunta pues,
coge otra vez tu libreta,
vi que era muy cuidadoso
con todo lo que le daba.
y a mí, eso me gustaba.
Mira el cielo mi niño,
que hoy la noche es bien negra,
brillan más que nunca las estrellas,
ves aquel grupo que se ven
todas muy juntas,
son Las Pléyades, allí voy,
de allí es mi familia,
tengo arriba una casa
y un cuartito muy pequeño,
pues somos de otra raza,
no tenemos lo que aquí hay,
solo somos amor a los libros,
allí hay una gran biblioteca,
y me los presta un ser divino,
me dice, ponte el casco de Atenea,
ve, y escoge el más bonito
que esta noche veas,
el que tú quieras.
y siempre escojo uno,
para que tú lo escribas y aprendas,..
…Y lo miré a los ojos,
vi la fantasía de un niño,
el eterno soñador que luchará
por ser un día Quijote
y buscar a su Dulcinea.
me causó dolor y tristeza,
pues sería otra víctima más, sufriendo
como miles de poetas,
que lloraría el desengaño
de su amada, pues ninguna mujer
le daría el reflejo de su alma,
mi discípulo llevaba una diosa.
celeste y muy blanca.
y eso le atormentaría siempre,
¡no sería feliz nunca¡
…Y salí,
miré la luz de la luna,
pues su reflejo me daba,
comprendí más a mi maestro,
y me dije “éste discípulo mío,
no tendrá lecciones tan despiadadas,
hemos superado esa horrorosa etapa,
ya le daré yo, la inocencia de una dama,
que lo adore como a un dios,
y que en él, vea a su alma.
…Y al respirar el aire
que me dio siempre en la cara,
helado, como una suave brisa,
supe que moriría antes que él,
más de su lado, jamás me iría.
lo protegería siempre,
seria después su guía,
se oyeron entonces las campanas
que tocaban a lo lejos
en una pequeña ermita.
y sonreí,
sentí mi alma guerrera dentro de mi
jamás ya proyectada fuera,
y abracé a la muerte,
y también me abrazó ella…
FRAN TRO -ESPAÑA-
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