Era un viento soplando su furia incontrolada.
Se quebraban las ramas de los árboles fríos
y olas infinitas inundaban la rada
envolviendo la tierra y colmando los ríos.
Busqué un blando refugio a mi alma abrasada
y penetré en los largos vericuetos umbríos.
El viento era una onda de fuerza devastada
que aún en las entrañas elevaba sus bríos.
Caminé por las sendas, escuché los aullidos,
procuré que mi alma serenara su aliento
y siguiera el camino olvidando los ruidos.
Hasta el fin de la lucha resistí mis sentidos.
Hasta el fin del camino sin fallar un momento,
me sentí como un ave triunfadora del viento.
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Norma Suiffet, Uruguay De su libro: Horizontes y reflejos
Publicado en la revista Carta Lírica 40
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