Te has levantado a las cinco de la mañana. Llevas haciéndolo treinta años. Seis días a la semana cumples este horario. Tu faena comienza a las seis de la mañana y acabas a las dos de la tarde, ocho horas exactas. El supermercado en el que repones sin descanso ha cambiado más de diez veces de dueño, sin embargo, tú continúas en el mismo cargo. Nunca han confiado en ti para asumir más responsabilidad e incluso el sueldo sigue siendo casi idéntico.
Al llegar a casa, has abierto el buzón y has encontrado una carta sin remite. Al principio no le has hecho caso. Ahora, mientras descansas sentado en tu sillón frente a la tele, la recuerdas y decides levantarte a buscarla. Tu primer intento no ha sido efectivo, sientes tus piernas entumecidas y dejas este propósito para más tarde.
La publicidad ha hecho que salgas del adormecimiento en el que te encontrabas. Apagas el aparato y te diriges al lavabo. Ves el sobre cerrado sobre la mesita del recibidor y la coges. La abres y de pie la lees:
Hola Manuel,
Esta carta no es más que una invitación a una pequeña fiesta. Tú serás uno de los diez asistentes.
No voy a darte más información, por ahora. Solo quiero que sepas que eres el primero de la lista. Una lista que llevo haciendo desde hace años.
Junto a esta carta, encontrarás una tarjeta con la fecha, hora y dirección a la que debes ir.
Será inolvidable, te lo aseguro.
Adiós papá.
La carta cae al suelo y te retuerces ante un fuerte pinchazo en la vejiga.
Publicado por
MARÍA JOSÉ BERBEIRA RUBIO (Castelldefels) en su blog dondehabiteelolvido-airama
No hay comentarios:
Publicar un comentario