No se si esas manchas amoratadas de los brazos son sombras de nubes
o son dibujos de hojaldre nada más.
O si las marcas de quemaduras de cigarrillos en los hombros, son besos ardientes.
O si las calvas en el pelo son fotos de la cara oculta de la luna.
O si las huellas de los pellizcos que bordean sus piernas son un camino de hacendosas hormigas.
Solo se que ese niño nada más conoce el escozor de las noches de tiniebla y el sudor de la barbarie y la tosquedad.
Y que esos padres no son dueños de su rabia futura ni de sus propias carencias.
Por eso odio escuchar a tanta gente decir que es bueno a veces, pegar a los hijos cuando son pequeños, indefensos e inexpertos, ignaros.
Antes de maltratar a un niño me doy de cabeza contra la pared de mi propia estulticia.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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