Observa de reojo mientras aposenta su escote
a unos centímetros de mi hombro
y de mi mesa de trabajo.
Algunas canas escondidas se incorporan,
carmesíes y tenues
entre la neblina de las circunstancias.
Continúo tecleando y se me acerca y pestañea,
formando una “o” color cereza con los labios
y me dice con voz rota por tantas noches:
-me sé cansada
estoy,
la vida cansa,
esta vida.
Y descubro de pronto sus ojos obesos
en los que dos lágrimas como sintagmas
cuelgan del rimel y del castigo,
proyectando ojeras de promesas engastadas.
Nos miramos a fondo y su sorpresa es mi desprecio.
La pantalla del ordenador me llama,
y como un espejo,
el instante como una grieta nacida allí,
queda.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
No hay comentarios:
Publicar un comentario