En México nos hemos acostumbrado a curar antes
que a prevenir. La cultura de la prevención es
prácticamente inexistente en nuestro país. Y esto
lo podemos constatar, para no ir muy lejos, con el
asunto de la guerra del narcotráfico, que ahora
quiere curar lo que pudo prevenir.
Los agujeros que existen son precisamente porque
dejamos que nos lloviera sobre mojado. No un año
ni dos: sino décadas.
Y en lo humano no hemos salido indemnes. Ya lo
vimos con los indígenas rarámuris, de la sierra Tarahumara:
se están muriendo de hambre y sufren
la peor sequía en siete décadas. Esta es la misma
sequía que asola a 19 estados del país, con pérdidas
millonarias. La propia Conagua ha reportado
que 54% del país reporta escasez de agua.
Si ya desde hace lustros dejamos de ser autosuficientes
en materia alimentaria, con la sequía la tragedia
se agravará. Las estadísticas no mienten:
nuestras importaciones son mayores que nuestras
exportaciones. Los reclamos por el agua han empezado
a brotar por todos lados.
En el Valle de San Quintín, por mencionar un caso,
ya hubo un tsunami de reclamos. Ahí, el gasto diario
de agua por persona es, más o menos, de trescientos
litros diarios. Contrario a esto, una familia
de campesinos tiene que averiguárselas con un
tambo de 200 litros a la semana, que aparte le
cuesta caro.
Hay, como en todo: inequidad, dejadez, corrupción.
Se sabe que el presidente Calderón vetó un apoyo
urgente de diez mil millones de pesos que se destinarían
a paliar los estragos dejados por la sequía,
aunque después —lo que no vio con buenos ojos
la plana priísta— aprobara uno de 34 mil millones
de pesos y un plan para conseguir hacer frente al
problema, un problema que, como siempre, afecta
curiosamente a las clases más descobijadas.
Nadie duda que las medidas tomadas —incluidas
las despensas que Sedesol dio a los campesinos e
indígenas para que no se murieran de hambre—
sean un paliativo, pero éste no es más que el panadol
que nos quita el dolor de cabeza momentáneamente
pero no arranca el problema de raíz que
lo genera, que, para este caso, sería revitalizar de
verdad el campo y la pobre industria que lo encadena.
Una caravana del hambre recorrió México para
alertarnos que más de 2.5 millones de mexicanos
se encuentran en peligro de hambruna, datos que
fueron confirmados por Julio Romero Polanco,
académico del Instituto de Investigaciones
Económicas de la UNAM, quien además dijo que
de no tomarse las medidas necesarias para contrarrestar
la pérdida de productos agrícolas y ganadería
a consecuencia de la sequía esto podría recrudecer
el problema pues se calcula que 1.4 millones
de hectáreas sufrieron estragos provocados
por las condiciones climáticas adversas, lo cual
representó pérdidas de 3.2 millones de toneladas
de maíz, 600 mil de frijol y 60 mil cabezas de ganado,
durante el año pasado.
Si en una casa falta agua y comida, que es lo que
en ninguna casa debe faltar, de nada sirve que nos
jactemos de tenerla con tres pisos, alberca, cancha
de tenis y dos autos último modelo en el garaje.
Esto es un despropósito, tanto como tener, ya lo
sabemos, al hombrazo más rico del mundo en un
país que tiene más de 12 millones de habitantes
viviendo en pobreza extrema.
ROGELIO GUEDEA-México-
Publicado en la revista Estrellas Poéticas 47
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Hace 10 horas
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