La tarde rugosa rebosa de abdominales mal curadas,
de amables chimeneas con paleolítico hollín,
de atardeceres escarmentados.
La lana cuelga de andamios llenos de miasmas feriada.
La tarde se protege contra las pesadillas del hombre del tiempo.
Todo es cambiante,
un mugido,
el sudor del eucalipto,
las larvas que chisporrotean en la higuera de la infancia,
la infancia.
El síndrome del sol brota instantáneo al anochecer y escupe
sus naranjas
sus fucsias
su gris hasta pronto.
En la rueda de los atardeceres por olvidar
un acantilado de migas de pan frena tus mejillas.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ-Mérida-
DE FACEBOOK - 6187 - UN POCO MÁS ARRIBA DE LA PICOTA
Hace 9 horas
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