(A Martín Romero Moreno, porque a veces me acuerdo)
Recibí el regalo, tu regalo, Martín,
y solo era muerte y suicidio y no lo supe ver a tiempo.
Y ahora,
nosecuantos siglos después
me doy cuenta
¿me doy cuenta?
Y es que estabas enamorado de la muerte,
decías.
Decias que Cesare Pavese con su suicidio tímido te sonríe,
que la vida a cuestas es como un perro seboso mordisqueando los quejidos,
que es como si todo diera igual siempre.
Ojos de muerte,
garfios sanguinolentos colgados de la mirada,
era todo, ese día.
Arrastro mi error tallado a sangre y fuego.
Y no era un juego más.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ-Mérida-
DE FACEBOOK - 6187 - UN POCO MÁS ARRIBA DE LA PICOTA
Hace 10 horas
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