Los surcos de tu cara,
sembrados por los vientos
y ese sol tan despiadado.
Manos encallecidas,
por el uso brutal
del las azadas, dueño
único del sudor,
de la hambruna eres dueño.
Señor de los terrones
-- que no son de azúcar--
Vives con un mendrugo
que tu mismo amasaste.
Esclavo de la tierra
soñando con el mar.
María Jesús Zaldivar Navarro
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