He levantado el suelo de la llama
-donde tu voz enciende mi lamento-
para que sea el fuego del momento
quien hiera nuestros cuerpos en la cama.
He ahogado alguna flor -de aquella rama
del corazón- para cuajar un ciento,
para que el desamor y el sentimiento
no hagan que esta pasión se vuelva un drama.
Para que entre tus labios de cereza
mis besos te iluminen con certeza,
para que nuestro amor dé frutos buenos:
¡yo lavaré mi sangre de venenos
y limpiaré mi boca de impureza
entre las lunas blancas de tus senos!
Antonio Ramos -ESPAÑA-
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