¿Qué le deja a una nación, a esa historia enorme que significa una larga dictadura cuando llega a su fin para el pueblo?
La ingente Rusia ha pasado y sufrido, continuo sufrimiento, tanto, que pese a toda la grandeza de su literatura: Humillados y ofendidos, Guerra y Paz, Las almas muertas, las pasiones de Puskin…sus historias convertidas en ficciones literarias, no dejan de representar los retratos más realistas sentidos en la literatura actual. Este es el palpitante recorrido emocional que muestra un emotivo y crítico El Prisionero del Cáucaso, primer relato de los cuatro que contiene esta obra de Vladimir Makanin. Con una pregunta clave ¿quién es el prisionero de quién”, entre uno de los soldado que ha detenido a un guerrillero, cuando se produce una empatía con el soldado ruso fascinado por la belleza del joven condenado a muerte. Un relato lleno de conmovedora humanidad.
Un antilíder, es el segundo relato donde el protagonista manifiesta su odio por todo aquello que pueda destacar su animadversión en el aburrido transcurrir de lo cotidiano, manifestando el desajuste de todo un proceso histórico sangriento y represivo. El modelo crudo de la deformación de aquella, hoy histórica tragicomedia, donde se lucha con todos los elementos posibles para poder sobrevivir. Y una mujer, poco importa que pueda ser hermosa, para que su cuerpo finja amor y gozo con lo que salvar al marido de ser enviado a un campo de trabajo en Siberia. Y el lector se siente impregnado de cierto embarazo conmovedor de las cosas sencilla, cuando se convierten en un arma valiosa entre la miseria del poder que todo lo domina y vigila.
La letra “A” es el tercer relato, narra con un planteamiento, sorprendente y doloroso, la terrible historia en un campo de trabajos forzados. Un transcurrir el prisionero del tiempo vivido en el que rememora todas sus etapas, describiendo el vivir diario de ese pasado marcado por el dolor y el sadismo, La descomposición lenta de un Gulag en la Siberia de la permanente constancia histórica de todas la Rusia. Enorme, conmovedora esa ansia de libertad de los presos, sus miserias que muestran hasta donde llega el sadismo de unas ideas adulteradas hasta el máximo de los desafueros.
“¡Un cuento logrado de amor” es el cuarto relato que cierra el realismo de una obra exquisita, toda ella envuelta en la pátina del desencanto y desgarro, ese mal vivir bajo el terror de una dictadura, ciega de poder en decadencia, el desmoronamiento de toda Revolución inconclusa como bien manifestó Leon Trotski. En poder de un aparato burocrático sin ningún parecido con la soñada “Dictadura del proletariado” Y ese desmoronamiento en el campo de la censura obtusa que expone en el ámbito que corresponde a la actuosidad burocrática de la literatura, son los ejemplos que se suceden nos muestra una pareja cínica r arribista un gran amor que, que protagoniza la historia de “Un cuento logrado de esos que no se encuentra muy a menudo!… Pero podría salir. Y tiene todas las de salir”
Literatura de elevada calidad, prodigio de cada relato, cinismo y compasión también y una permanente constancia referencia a los corrosivos tiempos que sobreviven y no se borra su recuerdo de la Rusia de hoy que representan en estos cuatro relatos. Cuatro variaciones literarias narradas con sentida maestría y dolor. Tragedias de heridas imposibles de cicatrizar por las que discurre la historia real vivida. Vladimir Makanin (Orsk, Rusia, 1937 – Krasni, 2017) estudió matemáticas y cine antes de publicar, en 1965, Línea recta, su primera novela, con la que inició una brillante carrera literaria con más de treinta títulos. Considerado uno de los grandes maestros de la literatura rusa contemporánea, ha recibido los premios Booker (1993), el Premio Estatal de la Federación de Rusia (1999), el Penne en Italia (2001), y para el conjunto de su obra el Pushkin (1998) y el Premio Europeo de Literatura (2012). Asán, publicada por Acantilado en 2015, le valió el Premio Gran Libro en 2008.
Francisco Vélez Nieto
Publicado en Luz Cultural
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