Matar a Ofelia y condenar por siglos lo reflejo,
beatificar las danzas de lo etéreo.
Que la tierra cubra los kilos de fragilidad hallada
y no quepa más sentencia que la nombrada.
Matar primero la sumisión de un cuerpo vivo en vano
y un alma vendida a la locura de un amado.
Que comprendan la rebeldía de nuestro manifiesto
y no emergan más súplicas ni intentos.
Desde el balcón de la venganza la desfenestramos,
Ofelia renace con la sartén y el mango.
Honor y lustre, fuego de la alcoba a la ventana,
del pecado ancestral a la manzana...
TANIA MATIAS
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