Sentí unas notas tímidas de piano,
que saboreaban los espacios del
universo de un sereno atardecer.
Caricias de una mano en el cuello
resbalando por la espalda hasta
perderse por los jardines del edén.
Susurro de mar abierto como olas
de espuma cubriendo nuestra piel.
Arena bajo los pies descalzos,
huellas que dejan surcos de
esperanza disfrazada en el papel.
Amor prohibido en la distancia
del olvido. Aristas de escarcha
que se clavan en la palidez.
Despertar de los sentidos, amanecer.
Desesperado muere el miedo de tenerte
para volver a quedar desnudos...
de caricias otra vez.
Juana Campos Cortés
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