¿Existen las musas? Sin duda. Una de las mías, ahora mismo, acaba de bajar sus cuatro patas negras de la silla contigua a la mía. Se ha sacudido la inmovilidad con un terremoto de torso imposible para mí y se ha estirado perezosa en el centro de la terraza. Ha mirado el cielo, me ha mirado a mí y sin pensárselo dos veces se ha vuelto a subir a la silla, se ha enroscado y se ha vuelto a dormir. Platera que no Rizos debías llamarte.
Juan Luis Rincón Ares -Puerto de Santa María-
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